El presidente francés, Emmanuel Macron, ha presentado una audaz visión para el futuro tecnológico de su país: convertir a Francia en un líder mundial en la fabricación de microchips de última generación. Durante su intervención en la prestigiosa conferencia tecnológica VivaTech en París este miércoles, Macron delineó su ambición de que Francia desarrolle la capacidad de producir semiconductores de entre 2 y 10 nanómetros, un hito que colocaría a la nación en la élite de una industria estratégica global.
Este anuncio, realizado en un panel junto a figuras clave del sector como Jensen Huang, CEO de Nvidia, y Arthur Mensch, CEO de la startup francesa de IA Mistral AI, subraya el creciente impulso de Europa por reducir su dependencia tecnológica de potencias extranjeras y consolidarse como un centro neurálgico de innovación. La iniciativa busca posicionar a Francia no solo como un consumidor de tecnología, sino como un productor fundamental de los componentes que impulsarán la economía digital del futuro.
Un anuncio estratégico en el corazón de VivaTech
El escenario elegido para este importante anuncio no fue casual. VivaTech se ha consolidado como uno de los mayores eventos tecnológicos de Europa, y la declaración de Macron se produjo en un momento de gran simbolismo. El debate se encendió cuando el CEO de Nvidia, Jensen Huang, recordó que la primera Unidad de Procesamiento Gráfico (GPU) de su compañía, el componente que revolucionó los gráficos por ordenador y ahora es clave para la inteligencia artificial, fue fabricada en Francia por la empresa SGS Thomson Microelectronics, hoy conocida como STMicroelectronics.
Aprovechando esta conexión histórica, Macron expuso su visión de futuro. «Si queremos consolidar nuestra industria, ahora tenemos que conseguir más y más chips a la escala adecuada», afirmó el presidente francés, según informa CNBC. Su declaración apunta directamente a superar las capacidades actuales del país. Aunque STMicroelectronics es un actor relevante en el sector, sus productos se destinan principalmente a industrias como la automotriz, que utilizan chips robustos pero tecnológicamente menos avanzados que los que se encuentran en los últimos teléfonos inteligentes o centros de datos.
El desafío nanométrico: la carrera por el liderazgo en semiconductores
La ambición de fabricar chips en el rango de 2 a 10 nanómetros (nm) sitúa a Francia en la vanguardia de la tecnología de semiconductores. En este campo, el tamaño importa, pero a la inversa: cuanto más pequeño es el número de nanómetros, más transistores se pueden empaquetar en un solo chip. Esto se traduce en un aumento exponencial de la potencia de cálculo y la eficiencia energética. A modo de comparación, los últimos chips de los iPhone de Apple se basan en tecnología de 3 nanómetros.
Alcanzar esta capacidad es un desafío monumental. Actualmente, solo un puñado de empresas en el mundo dominan la fabricación de semiconductores a esta escala. Los líderes indiscutibles son la taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), que es proveedora de gigantes como Nvidia y Apple, y la surcoreana Samsung. Estas compañías han invertido décadas y cientos de miles de millones de dólares en investigación, desarrollo e instalaciones de fabricación, conocidas como «fabs».
Para Francia, cerrar esta brecha no solo es una cuestión de inversión, sino también de adquirir un conocimiento técnico y una cadena de suministro extremadamente complejos que hoy se concentran en Asia.
La hoja de ruta: atraer a los gigantes para construir el futuro
Consciente de la magnitud del reto, Macron sabe que Francia no puede hacerlo sola. La estrategia, como sugiere el análisis de la situación, pasa por convencer a uno de los titanes de la industria, como TSMC o Samsung, para que construya una de sus megafábricas en suelo francés. Este modelo ya se está implementando en otros lugares, como en Estados Unidos, donde TSMC ha comprometido miles de millones de dólares para construir nuevas plantas de producción.
Macron ya está moviendo fichas en este tablero geopolítico y económico. Durante su intervención, promocionó un posible acuerdo entre la empresa de defensa francesa Thales, Radiall y el gigante taiwanés Foxconn para explorar la creación de una instalación de ensamblaje y prueba de semiconductores en Francia. Aunque este tipo de instalación es un eslabón importante en la cadena de valor, no equivale a la fabricación de obleas de silicio de vanguardia. Sin embargo, Macron dejó clara su intención final: «Quiero convencerles de que realicen la fabricación en Francia», declaró en VivaTech.
Chips e Inteligencia Artificial: la doble apuesta por la soberanía tecnológica
La ofensiva en el campo de los semiconductores está intrínsecamente ligada a otra de las grandes prioridades de Francia: la inteligencia artificial (IA). Sin un acceso garantizado a los chips más potentes, cualquier ambición de liderar la revolución de la IA estaría incompleta.
Este vínculo se hizo evidente con los anuncios paralelos que tuvieron lugar en la misma jornada. Jensen Huang, de Nvidia, no solo participó en el panel, sino que también desveló una serie de acuerdos para reforzar la infraestructura de IA en Europa. La asociación más destacada es la que une a Nvidia con la firma francesa Mistral AI para desarrollar una llamada «nube de IA» (AI cloud), una plataforma que proporcionará una inmensa capacidad de cálculo para entrenar y desplegar modelos de inteligencia artificial.
Macron celebró este acuerdo como una extensión de la estrategia nacional. En febrero, el presidente ya había anunciado que el sector de la IA en Francia recibiría 109.000 millones de euros (aproximadamente 125.600 millones de dólares) en inversiones privadas en los próximos años. «Estamos profundizando [las inversiones] y estamos acelerando. Y lo que Mistral AI y Nvidia han anunciado esta mañana es también un punto de inflexión», declaró Macron a CNBC el miércoles.
En última instancia, la doble apuesta por los chips y la IA representa un paso decidido de Francia, y por extensión de Europa, hacia la consecución de una mayor soberanía tecnológica. En un mundo cada vez más polarizado, controlar las tecnologías críticas se ha convertido en un pilar fundamental de la seguridad económica y la autonomía estratégica.