El sector global de los semiconductores ha sufrido una fuerte sacudida en los mercados bursátiles este martes, después de que un informe periodístico revelara que el Gobierno de Estados Unidos está sopesando seriamente no renovar las licencias temporales que permiten a gigantes como la taiwanesa TSMC y las surcoreanas Samsung y SK Hynix seguir enviando equipos de fabricación de chips estadounidenses a sus fábricas en China. La noticia ha reavivado los temores sobre una escalada en la guerra tecnológica entre Washington y Pekín, generando una ola de incertidumbre que ha castigado las cotizaciones de toda la industria.
Un informe desata la tormenta en los mercados
La inquietud se apoderó de los inversores tras la publicación de un artículo que, citando fuentes anónimas familiarizadas con el asunto, detalla las deliberaciones internas en la administración Biden. Según este informe, atribuido a la agencia de noticias Reuters, los funcionarios estadounidenses están divididos sobre si extender las exenciones (conocidas en inglés como waivers) que están próximas a expirar.
Estas licencias especiales fueron concedidas en octubre de 2022 como una medida de gracia por un año. Su objetivo era amortiguar el impacto de las radicales restricciones a la exportación impuestas por Estados Unidos para impedir que China accediera a tecnología de semiconductores de vanguardia. En la práctica, permitían a TSMC, Samsung y SK Hynix, tres de los mayores fabricantes de chips del mundo, seguir manteniendo y actualizando sus costosas instalaciones en territorio chino con equipos y tecnología estadounidenses, dándoles tiempo para ajustar sus cadenas de suministro.
Ahora, con el plazo a punto de cumplirse, la posibilidad de que Washington opte por una línea más dura y cancele estos permisos ha puesto en alerta a toda una industria globalizada y profundamente interconectada.
El efecto dominó: caídas generalizadas en el sector de semiconductores
La reacción en bolsa fue inmediata y contundente. Las acciones de TSMC, el mayor fabricante de chips por contrato del mundo, cayeron más de un 3% en la bolsa de Taipéi. En Seúl, Samsung Electronics y SK Hynix, dos pilares de la industria de las memorias, también registraron pérdidas significativas.
El pesimismo cruzó el Pacífico y afectó de lleno a Wall Street. Los diseñadores de chips estadounidenses como Nvidia y AMD, que dependen tanto de la fabricación de TSMC como del mercado chino para una parte importante de sus ingresos, vieron cómo sus acciones caían. Lo mismo ocurrió con los fabricantes de los equipos que están en el centro de la disputa, como Applied Materials, Lam Research y KLA Corporation, cuyas ventas a las fábricas en China podrían verse directamente bloqueadas.
El motivo de estas caídas es el temor a una disrupción masiva. Si estas fábricas en China no pueden ser actualizadas, su capacidad para producir chips avanzados se estancará, afectando la cadena de suministro de innumerables productos electrónicos, desde teléfonos móviles hasta centros de datos. «El mercado odia la incertidumbre, y ahora mismo el futuro de miles de millones de dólares en activos de producción en China es una gran incógnita», comentaba un analista de Wedbush Securities en la red social X.
La estrategia de fondo: la guerra tecnológica entre EE. UU. y China
Esta posible medida no es un hecho aislado, sino el siguiente capítulo en la prolongada guerra tecnológica entre las dos mayores economías del mundo. El Gobierno estadounidense, tanto bajo la administración Trump como ahora con la de Biden, considera que el acceso de China a semiconductores avanzados es una amenaza directa para su seguridad nacional. Washington argumenta que estos chips —los cerebros electrónicos de casi todos los dispositivos modernos— son cruciales para el desarrollo de armamento de última generación, sistemas de vigilancia y capacidades de inteligencia artificial que podrían dar a Pekín una ventaja militar.
Las restricciones de octubre de 2022 fueron el golpe más duro hasta la fecha, diseñadas para cortar de raíz la capacidad china de fabricar o adquirir chips de vanguardia. La decisión de conceder exenciones temporales fue vista como un intento de equilibrar los objetivos de seguridad nacional con la necesidad de no desestabilizar por completo una industria vital para la economía mundial. La posible no renovación de estas licencias indicaría que la balanza se inclina ahora decididamente hacia la seguridad, incluso a costa de un mayor dolor económico para sus propias empresas y las de sus aliados.
Los gigantes asiáticos, en una encrucijada
Para TSMC, Samsung y SK Hynix, la situación es crítica. Estas compañías han invertido enormes sumas de dinero en sus plantas de producción (fabs) en China a lo largo de los años. Por ejemplo, se estima que la inversión total de TSMC en su fábrica de Nanjing supera los $25.000 millones (aproximadamente 23.250 millones de euros). Por su parte, Samsung y SK Hynix operan algunas de las mayores plantas de chips de memoria del mundo en las ciudades chinas de Xi’an y Wuxi.
Si las exenciones se terminan, estas multimillonarias instalaciones quedarían en un limbo tecnológico. No podrían importar los equipos litográficos, de grabado y de deposición más avanzados, fabricados principalmente por empresas estadounidenses, lo que les impediría modernizarse. A medio plazo, sus fábricas chinas se volverían obsoletas e incapaces de competir en la producción de los componentes más sofisticados.
El dilema es profundo: abandonar o reducir sus operaciones en China supondría pérdidas masivas y un complejo proceso de relocalización, pero permanecer allí bajo un bloqueo tecnológico las condenaría a perder relevancia en el segmento más lucrativo del mercado.
El futuro es incierto: analistas evalúan los próximos pasos
Los expertos del sector barajan varios escenarios posibles. El más optimista para la industria sería una renovación de las licencias por otro año, lo que daría un respiro a las empresas para continuar con sus planes de deslocalización gradual. Un escenario intermedio podría implicar una extensión parcial, pero con condiciones más estrictas que limiten aún más los tipos de tecnología que pueden ser enviados a China.
El escenario más pesimista, y el que los mercados temen, es la terminación total de los permisos. Esto no solo afectaría a las empresas directamente implicadas, sino que podría provocar una respuesta de Pekín, que podría tomar represalias restringiendo, por ejemplo, la exportación de minerales críticos para la fabricación de chips, como el galio y el germanio.
La decisión final del Departamento de Comercio de EE. UU. se espera en las próximas semanas y será observada con lupa en todo el mundo. Representará una prueba clave del equilibrio que Washington está dispuesto a mantener entre su dura postura de contención tecnológica hacia China y la protección de la estabilidad económica de una de las industrias más estratégicas del planeta.